Por Freddy E. Molina; Todavía hay personas a las que los sistemas de pago como las tarjetas de crédito y débito les parecen algo novedoso; estos (antiguos) sistemas de pago hicieron que cargar grandes cantidades de efectivo encima fuese cosa del pasado. Si creemos que los sistemas de pago en línea son prácticos, basta saber que estamos en pañales en comparación con algunos países donde el celular o la huella digital son más que suficientes para comprar cualquier cosa y abonarla con total seguridad a una cuenta asociada.
Para nosotros que todavía cargamos en nuestras carteras esos rectangulitos plásticos con muchos números y una banda magnética, los sistemas de pago que están causando furor en el mundo nos parecen poco menos que increíbles. En los últimos tiempos han surgido formas de pago que hacen que los usuarios se olviden del medio de pago (efectivo, cheque o tarjeta) y se limiten a disfrutar de los beneficios, sin los riesgos asociados a las famosas "clonaciones", robo de clave, falsificación de firma y un largo (largo) etcétera.
En Japón, por ejemplo, es común desde hace algunos años, pagar en el metro o en el supermercado con el teléfono celular; algunos dispositivos nipones están dotados de una "firma electrónica" que suministra al sistema toda la información concerniente al comprador, quien solo debe pulsar una clave para aprobar el cargo a su cuenta y evitar estafas. Este sistema puede ser utilizado para hacer compras menores a los 100 dólares y tiene la ventaja de poder transferir saldo al móvil de los más pequeños de manera automática, así mientras los padres descansan, el teléfono "se acuerda" de la mesada y la transmite por ejemplo, mientras se carga la batería durante la noche o en algún momento predeterminado.
Otras formas de pago menos corrientes son el uso de la huella dactilar, la cual es virtualmente infalsificable, ya que a diferencia de los sistemas antiguos que sólo leían la superficie de la huella, los nuevos sistemas hacen una comparación eléctrica del patrón, el cual comparan con la superficie del dedo y en los sistemas más modernos, hasta hacen un mapa de la disposición de las venas y los vasos capilares, agregándole un factor de seguridad muy por encima de otros medios de pago convencionales. La lectura de huellas puede ser utilizada en algunos países asiáticos para comprar cualquier cosa, desde refrescos en una máquina expendedora hasta un avión, si su límite de crédito se lo permite.
La mayoría de los sistemas de pago no convencionales integran una cámara, que toma una imagen de la persona que está realizando la compra, esa información es transmitida en tiempo real a una base de datos que, en caso de duda, puede diferenciarlo entre 3000 millones de otros seres humanos, utilizando técnicas de medición antropomórfica y trazas caloríferas. La última tecnología aparecida hace poco más de un año es la de los implantes subcutáneos, estos son pequeños chips, del tamaño de un grano de arroz, que se inyectan bajo la piel con ayuda de agujas especiales, que transmiten constantemente datos sobre la persona, estos datos pueden ser utilizados no sólo para comprar, sino además para ayudar en la identificación de enfermos en los hospitales, control de acceso y rastreo de personas que por razones legales no deben abandonar un área determinada.
Para nosotros que todavía cargamos en nuestras carteras esos rectangulitos plásticos con muchos números y una banda magnética, los sistemas de pago que están causando furor en el mundo nos parecen poco menos que increíbles. En los últimos tiempos han surgido formas de pago que hacen que los usuarios se olviden del medio de pago (efectivo, cheque o tarjeta) y se limiten a disfrutar de los beneficios, sin los riesgos asociados a las famosas "clonaciones", robo de clave, falsificación de firma y un largo (largo) etcétera.
En Japón, por ejemplo, es común desde hace algunos años, pagar en el metro o en el supermercado con el teléfono celular; algunos dispositivos nipones están dotados de una "firma electrónica" que suministra al sistema toda la información concerniente al comprador, quien solo debe pulsar una clave para aprobar el cargo a su cuenta y evitar estafas. Este sistema puede ser utilizado para hacer compras menores a los 100 dólares y tiene la ventaja de poder transferir saldo al móvil de los más pequeños de manera automática, así mientras los padres descansan, el teléfono "se acuerda" de la mesada y la transmite por ejemplo, mientras se carga la batería durante la noche o en algún momento predeterminado.
Otras formas de pago menos corrientes son el uso de la huella dactilar, la cual es virtualmente infalsificable, ya que a diferencia de los sistemas antiguos que sólo leían la superficie de la huella, los nuevos sistemas hacen una comparación eléctrica del patrón, el cual comparan con la superficie del dedo y en los sistemas más modernos, hasta hacen un mapa de la disposición de las venas y los vasos capilares, agregándole un factor de seguridad muy por encima de otros medios de pago convencionales. La lectura de huellas puede ser utilizada en algunos países asiáticos para comprar cualquier cosa, desde refrescos en una máquina expendedora hasta un avión, si su límite de crédito se lo permite.
La mayoría de los sistemas de pago no convencionales integran una cámara, que toma una imagen de la persona que está realizando la compra, esa información es transmitida en tiempo real a una base de datos que, en caso de duda, puede diferenciarlo entre 3000 millones de otros seres humanos, utilizando técnicas de medición antropomórfica y trazas caloríferas. La última tecnología aparecida hace poco más de un año es la de los implantes subcutáneos, estos son pequeños chips, del tamaño de un grano de arroz, que se inyectan bajo la piel con ayuda de agujas especiales, que transmiten constantemente datos sobre la persona, estos datos pueden ser utilizados no sólo para comprar, sino además para ayudar en la identificación de enfermos en los hospitales, control de acceso y rastreo de personas que por razones legales no deben abandonar un área determinada.
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